Bien, han empezado esta semana las 30 horas de prácticas destinadas a la técnica de disección, lo que significa que se divide la clase en grupos de seis personas, que diseccionan una pieza cada uno.
Empezamos bien. A mi grupo le toca “región inguinal y parte anterior del muslo”, lo que significa que tenemos que convivir con el repelús de estar trabajando al lado de un pene y un testículo cortados por la mitad.
Tras hacer el protocolo de disección (el papel que dice lo que vamos a hacer y cómo, y que estuvo sufriendo modificaciones hasta un par de horas antes de la clase, ya que si hubiéramos seguido el original, hubiéramos tenido que retirar el sartorio tres o cuatro veces), empezamos con la divertidísima tarea de retirar la piel con el bisturí y las (molestas pero obligatorias) pinzas. En general era como quitar la piel a una naranja, pero a una naranja a la que se le podía quedar grasa pegada, desviarte al plano profundo y acabar cortando la vena safena interna, por ejemplo.
Tras algo más de dos horas conseguimos separar toda la piel. Ahora estamos quitando la grasa (menos mal que era un señor delgadito y tenía muy poca), pero aun así, cuidado con las traicioneras venas (y nervios) superficiales, que salen de pronto y de la nada para pegarte un susto de muerte (oh, Dios mío! ¿qué he cortado? ¿¡QUÉ!?).
Encima el muerto tenía un hematoma. Casualmente sobre los nódulos linfáticos superficiales. Así que toca distinguir qué es sangre y qué es nódulo…
Eso por no hablar del colocón de los vapores del cadáver…